El retraso de las obras se debe a multitud de razones, unas más obvias que otras y en función de la tipología de la obra ese retraso puede incluso estar justificado.
Pero que pasa en las obras domésticas, las pequeñas reformas, etc. Un ejemplo lo tenemos nosotros mismos con nuestras oficinas e incluso se podría decir que “En casa del herrero… “ ya que llevamos unas semanas de retraso para abrir la nueva oficia.
En una reforma, que no tiene nada que ver con una obra nueva, hay muchos imprevistos ya que no se dedica el tiempo suficiente a la inspección previa a la redacción de los documentos para la redacción del proyecto.
Pero, ¿Por qué esa carencia de dedicación a esa parte? La respuesta suele también depender del proceso previo a la toma de decisiones. En muchos casos la reforma se debe, como en el nuestro, a un proceso de expansión en el que se dedica gran parte del tiempo a decidir la localización, a negociar la compra o alquiler del terreno, local, etc. y se paralizan todos los demás recursos hasta tener claro dónde irá emplazado la nueva delegación, esa tienda que se va a abrir, etc.
No es normal dedicar tiempo y recursos a estudiar una nave o un local que no vas a utilizar finalmente porque no has llegado a un acuerdo con su vendedor, por tanto hasta que se firma el documento no se mueve nada en cuanto a la reforma. Entonces, una vez firmado y como una carrera contra reloj, ya que ahora tiene un coste parado y hay que comenzar. En esa fase es complicado dedicarle el tiempo suficiente como para prever todos los problemas que surgen en una obra.
Es en estos casos donde un buen director de obra minimiza el retraso con decisiones ágiles, que sumado a un contratista responsable y profesional con los recursos suficientes (que se pagan) para poder afrontar y recuperar dichos retrasos.
En nuestro caso, que seguro que más de uno se pregunta por nuestro retraso, hemos puesto por encima los intereses de nuestros clientes a nuestra propia obra como debe ser. Planificamos hasta el último detalle de la ejecución de la obra y solo un par de imprevistos nos sorprendieron, lo que unido a las fechas en las que estamos y que decidimos retrasar el inicio de las obras para poder ajustar bien los presupuestos a los nuevos condicionantes de la oficina ha hecho que lo que pensábamos que estaría para mediados de diciembre se nos vaya a enero.
En una situación normal de un mes normal, el retraso hubiese sido casi inapreciable ya que hemos recuperado parte del tiempo, pero en este momento las navidades nos bloquean 2 semanas de trabajo, que unido al puente de diciembre no ayuda a poder cumplir plazos.
Otro caso muy diferente es el retraso de las obras de cierto calado u obra nueva, donde esos retrasos en la mayoría de casos no se deben a la capacidad técnica en la obra (por lo menos por nuestra experiencia) sino a otros derivados de la escasez de calidad de algunos proyectos y la necesidad de rehacerlos durante la ejecución de la misma.
En nuestro caso, todos nuestros proyectos salen con la calidad suficiente como para no provocar esos retrasos, algo que vemos en la sociedad y sobretodo en la obra pública que empieza a ser habitual, incrementar la previsión y supervisión en la fase de redacción de proyecto para evitar retrasos y sobrecostes durante la fase de ejecución.
También existe otro tipo y es el que algo imprevisible aparece y ya sea por la necesidad técnica o de seguridad la ejecución debe retrasarse de forma notable. Este ejemplo también es habitual en la reformas de edificios, cuando únicamente se contrata la fachada sin revisar la estructura y cuando llegan los profesionales ven que el deterioro de la fachada es un síntoma y que lo que hay que reparar por seguridad es la estructura, parando completamente la ejecución y reiniciando el proceso con un proyecto de rehabilitación muy distinto del planificado.